El lunes 24 de abril, la bibliotecaria del turno tarde, Seño Laura, nos recordó por qué se celebra el 23 de abril el Día de Libro y nos leyó un fragmento de El Quijote.
…En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en
aquel campo, y así como don Quijote los vió, dijo a su escudero:
-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a
desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco
más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos
las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena
guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de
la tierra.
-¿Qué gigantes?-dijo Sancho Panza.
-Aquellos que allí ves-respondió su amo-, de los brazos largos, que los
suelen tener algunos de casi dos leguas.
-Mire vuestra merced-respondió Sancho-, que aquellos que allí se parecen
no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son
las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino.
-Bien parece-respondió don Quijote- que no estás cursado en esto de las
aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en
oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual
batalla.
Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las
voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran
molinos de viento, y no gigantes aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan
puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni
echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en
voces altas:
-Non fuyades, (no huyáis) cobardes y viles criaturas, que un solo
caballero es el que os acomete.
Levantose en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a
moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo:
-Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis
de pagar.
Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea,
pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la
lanza en ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el
primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió
el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al
caballo y al caballero…
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